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25 de mayo

Por muy rodeados que estemos, algunos siempre estamos solos. Los raros, los diferentes, los que no encajamos. Y no es por vanidad sino por búsqueda, por necesidad. Porque la vida es muy corta para no decirlo, no hacerlo, no escribirlo. Y, pese a todo, compensa, alivia.

Y tú, que también escribes, que también te sientes diferente, que también sientes que aburres cuando hablas de tus poemas, que nadie entiende hasta dónde llegan tus metáforas y lo feliz que eres al escribirlas. A ti te digo que no estás solo, que tienes cerca a otros solos, como yo, y que si todos tienen bandera nosotros tenemos una hoja en blanco. Y si ellos hablan de fútbol y coches nosotros hablaremos de cómo acecha la muerte a Pizarnik o cómo es la telaraña de Juarroz. No dejes la poesía por ser normal, por encajar en los diálogos repetidos, por ser una pieza más de relaciones de mierda que nunca buscan escucharte, tan solo que les hagas sentir menos solos. Sigue jugando, leyendo, llegando más allá, por un camino que solo tú conoces porque está hecho de tus lecturas, de la unión de esos mundos.

Por si te sirve, a mí me interesa tu viaje, tu camino, las letras que has vivido y cómo, después de todo eso, has conseguido sacar esa flora y esa fauna que tenías dentro para hacer una historia, un libro, un poema que cambie tu vida y la de los lectores. Ya me dirás dónde te pillo el libro.

Poema objetivo

La punta de flecha que tengo en la lengua
encaja
perfectamente
en el cuello fresco de las enemigas de las estatuas,
en la cerradura de las que siempre corren en los bosques
en las ganas de las que siempre traen el arco a la cama
y se duermen cansadas
con los zapatos puestos.

Los cocodrilos nos quitamos la ropa


Jesús Román Brovia


Así, entre la lengua y el roce del arroyo encontramos cocodrilos que no sentíamos, que no mascábamos en las tardes de invierno cuando nos quitábamos los zapatos. Los cocodrilos llegaron de golpe a nuestras papilas y ya no quisimos ningún azúcar ni ningún chocolate: los cocodrilos eran paja para nuestra lengua de rayo.

Poco a poco se nos cayeron los dientes porque no mordíamos buscando el grito, porque no buscábamos sangre en el bolsillo. Se nos cambió la piel, se fue volviendo hierba fresca y los señores silenciosos que nos hacían nudos en el pelo se fueron llorando a la parte de atrás de los armarios.

Los gigantes que había entre nosotros fabricaron escaleras para que los pequeños les dijeran, en el sillón de la oreja, caminos donde poder ir a tomar el sol sin que ninguna arena se te caiga en la nariz, sin que ningún caracol te llene de baba los pulgares.

Mientras que los camiones pasaban rebuznando por nuestras carreteras, nosotros salimos andando siguiendo las miradas de las puertas generosas, subiéndonos a los lomos de los reyes gatos que gobiernan la noche a golpe de caricia y supimos que algún día los tomates explotarían en nuestras bocas llenándonos de dicha la amapola. 

Nuestros cuerpos acaban más allá de nuestras manos y vamos descalzos por el medio de la calle, esperando a que se suelten, a que se escapen todas las fieras que andaban calladas por miedo a meter la pata.

Aquí estoy, estamos, con las zapatillas de correr en la basura y un búho sin garra, sin calcetines,  un búho recién sacado de la hoguera para que nos enseñe el azul tormenta de la noche. 

Ella



Acariciaba el café con la cuchara
llenándolo de círculos,
de caminos,
y yo quería ser ese café
y que ella marcara en mi piel
todas las idas y venidas
que le diera la gana.

Cuando ella reía,
bajaba las escaleras de mi cuerpo
soltando los ríos de labios
encendiendo todas las luces de la casa.

Pero nunca fue mía,
nunca conseguí alcanzarla para siempre.

Después de quemarse volvía a su frontera de miércoles
a su piel de ventanas cerradas
a su piel
de siberiana esquiva,
y me dejaba allí tirado
con los cerezos desenrrollados
y la mirada perdida.

Una radical,
volcán con dos patas a la que amo con la locura
que me deja mi cuerpo de lunes.

Preguntas ajenas



¿Cuánta risa le queda al rumano
antes de convertirse en martillo?
¿Cuánto niño,
cuanto mar para la africana
antes de ser puta y maltrato?
¿Cuánto cartón hace falta
para reciclar al vagabundo?
¿Cuánta familia le queda al chino
antes de ser máquina?
¿Cuánto sueño le queda al anarquista
antes del orden y la corbata?

¿Cuánta lluvia
cuanto cóndor al ecuatoriano
antes de la artesanía,
antes del grito ahogado
antes del alma robada?

¿Cuánta serpiente
Cuánto asco
Cuánta envidia nos queda a nosotros
antes de entregar la vida?

Mutaciones





Por el día somos mesas y sillones
a veces frutas o cuchillos
pero cuando el calor en la grieta,
cuando en la piel canciones
cuando en sus ojos rugidos, 
a ella le arden los caminos
y a mi se me abren los paraguas
de la risa.

Peleamos por volver al lunes, a las sábanas dobladas
pero solo hay hoguera
-de sus bosques ardiendo en mi lengua-
hoguera
-de mi león rojo en su cebra-
Fuego
de las mesas y sillones
que somos cada día