Svetana Valueva
Me
dirijo a ustedes para comunicarles mi decisión:
Después
de haber trotado las bandas de mis brazos durante seis años, después de meter
cientos de goles de noches rojas y puntapiés, tantos puntapiés que las lenguas quedaron rojas y torcidas, he tomado la decisión de traspasar a mi
delantera centro titular.
Elena, mi delantera estrella, mi equilibrista de
quince quilates que ya no brilla, oxidadas las rodillas y los encuentros
fortuitos a media tarde y que ahora uyyyyyyyyyyyyyy, cuando antes hat-trick, fuera los disparos a bocajarro que antes siempre al centro de la cama.
Y
ahora, el vacío en el área pequeña de mi habitación, me ha llevado a sondear el
supermercado de fichajes y conseguir, en un adelantamiento de carrito, el contacto de María, una potente jugadora de 236
besos-goles por marcar y un regate en corto que hace pestañear al defensor en
lugar de meter la pierna (que se le ocurra meterle algo a cualquier defensor a
mi jugadora estrella, a mi crack en las tripas, a la recientemente bautizada
como “disparo a la escuadra si me mira”).
El
contrato, que acaba de ser firmado a través de una noche vinculante, durará lo que duren las naranjas frescas sobre el terreno de besos.

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