Y no nos
dejaron ni una pierna
ni un dedo,
ni una
costra de esperanza,
tan solo
esta melena de vagabundo
llena de
incienso.
No hay Dios
para todos.
Hay Dios
para los que van de negro,
para los que
se entierran las manos para que no sientan.
Se lo
quedaron todo,
un Dios
lleno de clavos,
un Dios
lleno de sangre,
un Dios
lleno de odio.
Ya nunca
estará Dios en las madrugadas
ya nunca en
los orgasmos,
ya nunca con
nosotros,
huérfanos y ateos
,
de su aire
siniestro.

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