Islas divergentes

¿Por qué publicar?

¿Por qué publicar? Dijo Girondo yo no tengo, ni deseo tener, sangre de estatua, y lo dijo él, que cambiaba de letras como de camisa, que en su cabeza eran necesarios desalojos diarios porque no paraban de nacer niños y niñas poéticos. Él, que sin el papel donde navegan sin acabarse nunca sus poemarios no habría habido manera de leer su Big Bang, su lanzarse a bomba a la literatura.

¿Por qué publicar? ¿Por qué publicarme? Esta segunda pregunta se responde si puedes ver/conocer a mi editor, Roberto, un personaje mítico y nocturno que siempre que juega un partido de fútbol Brasil contra un pueblo abandonado apuesta por el misterio de la ruina y de la poesía. Y a veces gana el partido, ¿y por qué publicarme a mí, que he desenrollado mi lengua como una cría de manzano que aún no ha quitado el hambre a ningún hambriento? Yo que escribo poemas en cuadernos doblados, en muelas cansadas, en las verduras más pisoteadas del mercado. ¿Quién soy yo, que de mis perchas solo cuelgan fracasos y recuerdos que se deshielan poco a poco? Yo que soy tú o aquel con un bolígrafo atrapado en el tuétano y poco más. Mis venas no se han inundado todavía, a mi también me llega la mugre política por la ventana o el plato y también yo atravesado de poesía, cine o teatro de vez en cuando. 

 

Publicar, publicarme, porque yo tampoco quiero tener sangre de estatua pero, como dijo Ana Pérez Cañamares, Escribo sobre mí porque yo soy cualquiera. 


2 comentarios: