Toño
Benavides presentó el pasado sábado 10 de noviembre Los chicos del vertedero, en los Diablos Azules
de Madrid. El libro, publicado por Canalla
Ediciones , es el primer libro de poesía de
Benavides, un gran ilustrador con una gran carrera en la mochila que le ha
hecho ser reconocido internacionalmente con varios premios de la S.N.D.
(Society of Newspaper Design): seis medallas de plata, una de oro y un
reconocimiento especial del jurado por trabajos publicados en el diario El mundo del siglo XXI.
Pese a ser el primer poemario de Toño, su poesía conoce la noche
madrileña desde hace años. En las jam poéticas y en diversos rituales, la
fuerza en la palabra de Toño se ha podido ver como un extraño ejemplar que
llevaba un puñado de pólvora en una mano, y un trozo de fuego en otra.
Los chicos del vertedero es una pedrada a un escaparate,
un grito lleno de lágrima y rabia que desconecta los cables y agrieta las
autopistas: Nosotros somos los Chicos del
Vertedero, y no venimos a recitar poesía, venimos a dispararla. Un libro
profético que nos trae un ecosistema olvidado, apartado de las ciudades para
que no nos manche, y que ha sido invisible en nuestra poesía hasta que
Benavides nos lo ha mostrado con este gran poemario.
Poesía que se queda grabada en
el cerebro como la luna en la luna en la mente del perro por la fuerza de
sus imágenes, por el lirismo de las mondas de naranja, de la suciedad, pero
también de la tecnología y de la electricidad que no son vistas de manera
decadente y opresora sino como entorno y contexto.
Pero, además de tener un universo propio en el que estas Troyas de niños, como dijo Batania, invaden las avenidas de una ciudad hecha pedazos, Toño Benavides sorprende con historias de amor grabadas a fuego en la tragedia En los controles de seguridad, los escáneres más avanzados aún no revelan la presencia de sustancias explosivas disueltas en la sangre de los viajeros. En cuanto despega, una pareja se reúne en el WC del avión. La cuchilla estaba oculta en la carcasa del teléfono móvil. Se abren las venas y juntan las muñecas. En la bola de fuego flota la última sonrisa de ambos.
Los poemas de Los chicos del
vertedero no se caminan, se corren a 300 kilómetros por hora con los ojos cerrados/el corazón roto/y la
cabeza en llamas, intentando coger aire en un entorno en el que Hombres, mujeres y máquinas compiten por
sobrevivir en los pasos de peatones y que muchas veces recuerda a películas
como Blade Runner y otras a la noche
que aplastaba a Lorca en Poeta en Nueva
York.
Los chicos del vertedero es un gran libro que explora, con
un lenguaje mezcla de prosa y poesía, lleno de vitalidad e imágenes potentes,
los arrabales de la ciudad, de la sociedad, para rescatar este ecosistema y
reflejar la potencia y los caballos de de un futuro posible que siempre ha
estado entre nosotros.




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