Sonaban canciones como piscinas de hojas verdes, los artistas nos descubrían su nervio blanco de poesía y nosotros nos agarrábamos a él, ansiosos de electricidad y delirio. Todo era demasiado poco y siempre teníamos hambre. Parecía que la ciudad se multiplicaba y podíamos quitarle la ropa mientras ella reía, borracha, mirándonos a los ojos. Hace tiempo que no la veo. Si la véis, decidle que la echo de menos.
Ausencia
Claro que me acuerdo cuando andar por la calle solo era pisar charcos de incertidumbre, de niebla, y las puertas siempre abiertas. ¿Os acordáis? Teníamos en la boca el sabor de lo que estaba por llegar y era mejor que su carne, que su aparcamiento presente. Calles con ruido siempre fértil, curioso sin manija y no había puerto para repostar estos Fórmula 1 del deseo. ¡No nos hacía falta!
Sonaban canciones como piscinas de hojas verdes, los artistas nos descubrían su nervio blanco de poesía y nosotros nos agarrábamos a él, ansiosos de electricidad y delirio. Todo era demasiado poco y siempre teníamos hambre. Parecía que la ciudad se multiplicaba y podíamos quitarle la ropa mientras ella reía, borracha, mirándonos a los ojos. Hace tiempo que no la veo. Si la véis, decidle que la echo de menos.
Sonaban canciones como piscinas de hojas verdes, los artistas nos descubrían su nervio blanco de poesía y nosotros nos agarrábamos a él, ansiosos de electricidad y delirio. Todo era demasiado poco y siempre teníamos hambre. Parecía que la ciudad se multiplicaba y podíamos quitarle la ropa mientras ella reía, borracha, mirándonos a los ojos. Hace tiempo que no la veo. Si la véis, decidle que la echo de menos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario