digamos
que necesitamos sobrevivir. Digamos que para poder llevar dinero a casa (ay,
llevar a dinero a casa, como si esa casa fuera nuestra y no estuviéramos
solamente de paso) hace falta hacer cosas que no nos gustan, que nos hacen
tener sueño, que nos hacen estar malhumorados y ocupados. Pongamos que esto es
así y que lo asumimos. Vale, ahora nos quedan 16 horas libres al día (como
mucho).
Hay
gente, todos los sabemos, que se dedican a lo que quieren. De verdad. Hay gente
así. Gente que en lugar de bordear el curro se sumergen en él porque les
encanta. Véase médicos, futbolistas, veterinarios, periodistas o cocineros o
cualquier otra profesión que, a priori, no engancha tanto. Gente que recibe una
remuneración a cambio de dedicar tiempo a hacer algo que les gusta, que les
motiva.
Joder.
¿Y
la poesía dónde queda?
Hace
unos años, empecé a notar una pequeña mancha en el ojo derecho. La mancha
aparecía siempre que enfocaba una pared blanca, como una aparición que se hacía
visible solo en esos momentos pero que no me abandonaba nunca, camuflada en los
colores oscuros. Con el paso del tiempo me he dado cuenta que dicha mancha
sigue ahí, es como una grieta, diagonal, pero que cada día que pasa está menos
presente.
Digamos
que la poesía aparece así y se queda en nuestro modo de ver el mundo. Se va
asimilando, asumiendo. ¿Y con eso vale? ¿Nos conformamos con tener a la poesía
para nosotros solos? No, claro que no. Queremos que todo el mundo sea partícipe
de nuestra mancha, de nuestro modo de ver la realidad.
Pero
la poesía no le importa a nadie. Al menos la nuestra. Lo que importa a quien lee
poesía es LA PROPIA VISIÓN DE LA POESÍA. ESO. Todo lo demás son reflejos de
este único modo de ver, el único que nos interesa.
Pero
es que somos una minoría y no le importamos a nadie.
Para
el mundo (ese montón de gente que está más allá de nuestros colegas, de
nuestros “amigos” poetas y familia), la poesía es una puta mierda de hobby que
tenemos algunos raros. Eso. Y si todo el mundo escribe, si todo el mundo tiene
un blog, si cualquiera puede sacar su diario personal a la calle y ponerle un
título cursi, ¿para qué tenemos la poesía? ¿Dónde la metemos? y, lo más
importante, ¿por qué nadie tiene que pagar por la poesía que hacemos y que solo
nosotros entendemos?
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