donde se coge aire está ella,
esperanza de los ahogados del trabajo y del niño con
pesadillas que fui.
En la curva de su risa sujeto el mundo,
jardín que no se apaga, enemiga de las sequías,
profeta de los peces amarillos que sonríen bajo el mar.
Vengo de un mundo pequeño y no entiendo las palabras grandes
que ella me suelta mientras nos besamos.
Letras redondas y suaves como la piel de los salmones
saltando hacia arriba en su lengua,
mundo comprimido en ella que brota en los calambrazos donde
me invita a ser.
Vivo con ella el baile samba horizontal y vertical con su
rizo en la nuca,
arroyo castaño que cae por su espalda como cuerda de
escalar,
de trepar al temblor de su piel de gallina que me dice “
este es el camino”.
Somos el indio cabalgando el mejor galope,
la cometa que no necesita cuerda para volver a la tierra,
el rastro de deseo que deja la ola en la playa.
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