Foto de mi colega de equipo, Pablo F. Garvía - http://pablofgarvia.com/
En las
entrañas de Lavapiés huelo el sudor de los jugadores,
olor a
marihuana y mar.
Aquí,
en el piso inferior de la basura de Madrid,
donde
se acumula la mierda de los perros
y los
ojos machacados por el viaje de los látigos.
Baloncesto
como trozo de madera con termitas en el océano.
Balsa
rota e ilegal, pero balsa.
Aquí se
juega en el centro de la litrona rota.
Aquí
agarras el nervio de Lavapiés.
Pero
poco, da calambre y arde.
Aquí,
en el Parque Casino de la Reina,
futuro
de España y vergüenza del presente blanco.
Aquí se
juega baloncesto y reggaetón y coca y chocolate manoseado con susurro para
turista.
Donde
se celebra el sol en la cancha del esfuerzo,
mezcla
de músculo y red para los peces sin mar ni aire.
La
línea del triple es una frontera para el policía, para el euro.
Dentro
alternamos el hambre y los codos.
Celebramos
la cancha como conquista,
como
huida hacia dentro, escondidos del paisaje telaraña de Madrid.
Aquí,
mi casa, el centro del hueso de Madrid.
Aquí,
en el peligro, en la mezcla de hambre y moderneo, aquí, en el juego del niño
negro
y el
niño chino, y el niño paquistaní, y el niño dominicano y el niño senegalés y el
niño español.
Aquí,
donde juegan el niño y el niño.
Aquí,
en el desguace, en el equilibrio
donde
aún resiste la esperanza.

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