Islas divergentes

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Diseño de Convivir poesía, conbeber poesía (2021)

 

En 2015 estaba yo terminando el Máster Universitario en Formación e Investigación Literaria y Teatral en el Contexto Europeo en la UNED cuando, para terminarlo, tuve que hacer un trabajo de investigación sobre un tema novedoso (lo que se suele llamar un TFM).

Como estaba bastante cansado ya del Máster, estaba viviendo a tope el fenómeno de las #jamsessions en Madrid y tampoco se me ocurría otro tema novedoso, decidí hacer la investigación sobre lo que estaba viviendo y ayudando (muy poquito) a construir: la poesía oral en el Madrid del siglo XXI.

Ese TFM fue bien, acabé el Máster y busqué editorial. Todos los que hemos leído poesía en España conocemos a la editorial Amargord. Por cosas buenas (Zurita o Gonzalo Millán, entre otras grandes voces) y por cosas malas. A mí me habían ofrecido publicar con ellos en 2010 un libro de cuentos por unos 300 € y dije no, aún era así de romántico, ya ves. En esta ocasión, ya en 2018, y como también tenían un sello en Latinoamérica, decidí tragar un poco mis dudas y escrúpulos y tirar palante pero, eso sí, con mil ojos en el contrato y en todo lo que acordara con ellos. De todos modos, agradecí y agradezco que confiaran en mí.

Salvo la cubierta (flipante, por cierto), de Gsús Bonilla, la edición del libro fue bastante desastre, poco profesional, frustrante y decepcionante. Pero hubo trabajo por su parte, eso sí que se lo reconozco. Y también el aporte esencial de las fotografías de Federico Romero y Carmen Lafuente, que llevan al libro a otro lugar mucho más importante.

El caso es que aquella edición acabó con burofax, incumplimiento de contrato (por su parte) y el libro se quedó en tierra de nadie (en teoría). Nunca recibí 1€ por la venta de ese libro aunque, a día de hoy, se siga vendiendo. Decidí pasar y tirar por mi cuenta.

Y, por eso, en 2021 decidí rescatar este libro, pionero en tratar el fenómeno de la poesía oral en Madrid/España. Con este diseño quise darle una nueva vida, pero también con nuevas entrevistas y contenido interesante, que pongo en la siguiente foto. 😊

Como comentaba en la anterior publicación, esta segunda edición del libro venía para rellenar un hueco que había quedado vacío. Y, por eso, intenté que fuera el mejor libro posible. Os adjunto aquí el índice:

Además de los mencionados en el índice, conté para esta edición con el prólogo de mi admirado @albertogarciateresa, a quien le agradezco mucho su apoyo y generosidad.

Y, para terminar, quiero decir que no me gusta crear polémica. Pero no soy un cínico ni un cobarde y, cuando alguien hace mal las cosas, se tiene que decir. Como dije en la primera publicación, siempre agradeceré a los editores que han confiado en mi poesía, entre ellos Chema de Amargord, lo que no apoyaré es que se haga en términos injustos.

Quise que el diseño de la cubierta de esta reedición no fuera «otra cubierta más» y, por eso, me costó mucho encontrar el diseño que reflejara el lugar de creatividad, pasión y también aleatoriedad que es (o debería ser) una #Jamsession. Además, quería que no fuera solamente visualmente atractivo, sino que fuera útil, que hubiera información interesante. Por eso, la cubierta interior tiene el índice incluido, para que se pueda ojear fácilmente qué es lo que esconde el libro...

Las marcas que veis de cercos de vasos, con vino, son marcas reales. Pensé en insertarlas con un diseño pillado por internet, pero creí que el efecto sería más real y más auténtico así (y además el vino estaba muy bueno! 😂😍)

Y, como dice esa servilleta que tomé prestada de algún bar (durante varias semanas fui comparando servilletas hasta que encontré la que me encajaba).

Gracias por su visita

Por la dignidad del pueblo Saharaui, contra el olvido

 

Son tiempos bastante feos. Pensamos que después de la pandemia habríamos aprendido a comportarnos entre nosotros, los humanos. Pero parece que no. Se empiezan guerras, se silencian desigualdades, sigue el odio. Y ojalá que no hiciera falta. Pero hay una puñalada, un dolor, que a algunos nos hace no mirar hacia otro lado (ojalá que a ti tampoco).

La última puñalada a la dignidad del pueblo Saharaui necesita una respuesta. Sé que solo somos poetas, que no podemos hacer mucho más, pero nuestra palabra puede ser altavoz y ayuda en forma de donación.

El 9 de abril, en Madrid, en la la Imprenta que capitanea Miguel Ángel Vázquez, haremos un recital de poesía, con sorteo, rifa, y otras sorpresas. Podéis participar como poetas, como asistentes o lo que se os ocurra. Escribid un mensaje a recitalsahara@gmail.com para organizar un poco y orientaros.

¡Sois todos bienvenidos, sois todas bienvenidas!

(El 100% de los beneficios irán destinados a FEMAS (http://femas-sahara.org/)

Compartid y que la fraternidad haga florecer un desierto

Pequeña crónica del III Taller de slam en Matadero: «Del papel al escenario: conexión con el público». Salva Soler. (Organizado por Poetry Slam Madrid)

La charla o taller se desarrolló en las Naves del Matadero, en Madrid, el sábado 26 de febrero de 2022.

Tomé notas, más o menos han quedado claras en mi cuaderno, pero si hay alguna cagada o inexactitud en este texto, la culpa será mía, mi mala memoria y/o mi mala letra. También puede ser que estuviera haciendo algún taller y no apuntara las cosas. Salva Soler domina perfectamente el qué, el cómo y el por qué de la poesía oral y los asistentes lo sentimos. Diría que la mitad más o menos repiten y ya estuvieron en la 2ª edición.

Salva nos cuenta que somos contadores de historias, que esa es la base. Parece simple, pero oye, cuando te enredas en cómo tienes que recitar, cómo tienes que mirar, qué tienes que hacer con las manos...pues se puede perder el foco de qué es lo primero y más importante.

Nos cuenta que todos tenemos una cadencia, y tenemos que usarla como herramienta, adaptando nuestro texto y siendo muy conscientes de qué vamos a contar y cómo lo vamos a hacer. Que todas las elecciones sean con sentido. El objetivo es ir a la verdad, al final es una carrera con uno mismo.

Qué hacer antes de que te toque interpretar tu poema: él comenta que él suele estar activo, respirar, forzar situaciones de respiraciones rápidas y lentas, bien por la nariz (para calmarese) o por la boca (para activarse).

También comenta que algo que suele servir, a la hora de memorizar y exponer un poema, es pensar en ese poema no como un texto ajeno, sino como una historia que estás contando a alguien conocido. Haber vivido el poema.

Es importante que, si se usa papel, no te encierre.

Los primeros 30 segundos que estás en el escenario sirven para aclimatarse, hay que ser consciente de ello para no exigirse la perfección en estos primeros momentos. Vendrá luego.

El poeta, como escritor y como representador del texto, es una herramienta para que el poema llegue al espectador. Nosotros fuimos importantes al crearlo, ahora «solo» lo interpretamos (las comillas las he puesto yo).

El contacto visual es importante. Hay que definir a quién le vamos a hablar durante el poema. Si puede ser alguien que esté en el centro del público, mejor. También se puede jugar con el texto y teorizar que hay varios destinatarios, etc. Distintos focos.

De todos modos, todas estas capas no deben distraernos de lo que hemos contado antes. Estamos contando una historia, esto es lo principal.

Comunicar es marcar las consonantes (ejercicio útil puede ser ponerse un bolígrafo en la boca para recitar el poema).

Contar con los matices de la propia historia, ninguna es plana, ni siempre hacia arriba ni siempre hacia abajo. Que esas subidas y bajadas sean porque el texto lo pide, que no sea gratuito o caprichoso.

El lenguaje no verbal es muy importante (en teoría, el 80 % del todo).

(Esta fue, más o menos, la charla teórica. Después hicimos varios ejercicios con nuestros textos. El primero, y que es el que más recuerdo, consistía en hacer varios grupos. Por turnos, cada uno se ponía en el centro y empezaba a recitar un poema de memoria (preferiblemente) sin apartar los ojos de los demás miembros del grupo. Estos, le indicarán emociones para que vaya adaptando el texto a ese tono, primero por orden (por ejemplo, en el sentido de las agujas del reloj), luego más rápido y luego de manera aleatoria).

Y chimpún. Os dejo un vídeo de uno de sus poemas, de regalo:

https://www.youtube.com/watch?v=H3b2N9J2dn0&t=27s

y una charla TEDx:

https://www.youtube.com/watch?v=aWxd3xT_YoI

 

Sobre las jam session y la poesía contemporánea

 

Después de haberle dado muuuchas vueltas al tema jam session, os cuento que: Esto antes no era así. Ya sé, soy un viejo. Pero el mundo jam era un lugar donde unos cuantos frikis veníamos de los blogs y de nuestros pueblos de nuestras rarezas y nuestros anhelos, para juntarnos con otros raros que amaban la poesía. Y queríamos aprender, leer, ver cosas distintas. No tanto que se nos viera a nosotros, sino verles a ellos. A los que conseguían metáforas y poemas electrizantes.

Muchas veces lo recuerdo como un taller, otras como un juego, pero como nunca lo vi fue como un escaparate. Esta atmósfera, que viví y que ahora casi no veo, fue hace unos 10 años aproximadamente (yo tenía 10 años menos y seguro que lo veía todo con más benevolencia).

Sin embargo, lo que sí que creo que fue diferencial es que antes, cuando te gustaba la poesía, ibas a la biblioteca, te apasionabas, buscabas a tal o cual autor, te apasionabas más… y, después, con ese bagaje, te acercabas, con más miedo que otra cosa, a un lugar para compartir los versos que habías remendado. Y digo miedo pero no es miedo, es respeto. Porque has leído y sabes que lo que pone en ese papel aún no llega a lo que leíste en los libros. Y aún así necesitas compartirlo.

Hoy creo que sigue existiendo esa necesidad de compartir pero no tanto ese respeto. La distancia entre la pasión personal y el reconocimiento se ha acortado demasiado y se ha pervertido. Creo que el motivo pueden ser las redes sociales: la necesidad de presencia y reafirmación constante, el leer en casa (invisible) vs leer frente a un micro (delante de gente) empezó a ser una lucha desigual porque todos queremos ser aceptados y queridos (es así) y empezamos a ir a las jam, no tanto por la aventura y el conocimiento sino por el reconocimiento, la valía. En definitiva, los likes. Y nosotros, que éramos unos raros que, al juntarnos con otros raros (y geniales) nos sentíamos dichosos y felices, empezamos a ser raros también en las jam porque ya no solo valía que leyeras bien, sino que fueras joven, guapo y molón. Y eso es otra cosa. Y ya tiene que ver poco con la poesía. Y empezó a aparecer gente que la poesía meh, ni mucho ni poco, pero el molar sí, eso sí.

Y ahí aparecen los caraduras como el invitado a este hilo, que buscan subirse al carro, a la moda, y no importa que no tengan mucha idea, porque este carro está tirado con la ilusión de mucha gente que, al leer un poema que le ha emocionado, sueña con poder hacer lo mismo. Y, afortunadamente, serán minoría los caraduras, pero los hay. Porque a mí también me pasó y tuve que hacerlo público en redes y poner un burofax de final de contrato.

Y no, no puede ser que aquel lugar para algunos raros que buscamos aventura en las palabras, sea pervertido por sacar pasta de manera rápida y torticera. Por cierto, qué nadie le dé a esto mucha importancia. Está contado desde mi punto de vista y de manera subjetiva, pero también honesta. Yo soy un mindundi, nada más.

Ah, y por cierto más Neorrabioso y menos Marwan, más aventura y menos autopista, más metáfora y menos lugares comunes.

Cercanías o más acá del bien que del mal (Prólogo de Neorrabioso al libro Cercanías, Baile del sol, 2016)

 

Se ha salvado. El lector que tenga en sus manos este libro de Jorge García Torrego se va a encontrar con un poeta que se ha salvado tanto del preciosismo retórico como de la pobreza expresiva, lo mismo de la poesía que desprecia la claridad en el significado como de la que renuncia a las fuerzas del idioma. Ya en el mismo primer verso del libro,

En la muerte se deshacen las vidas como aspirinas sagradas

se propone de manera palmaria la técnica que va a ir desarrollando en el resto del poemario, una técnica que consiste en utilizar las metáforas no para decorar o sustituir
sino para iluminar lo que quiere decirse. En este caso que pongo de ejemplo, la unión de dos elementos en apariencia tan disímiles como muerte y aspirina nos alumbra una manera nueva de muerte que se sitúa tan lejana de la descripción estricta como de la imagen extravagante, porque García Torrego, que rehúye tanto lo informativo como lo abstracto o alucinado, no nos cuenta las cosas sino que muchas veces las crea, y eso le basta para ser entre los nuestros un poeta que se ha salvado. Pero antes de nada quizá deba aclarar qué entiendo por los nuestros. Y de qué tenía que salvarse.

Los nuestros

Nosotros pertenecemos a una generación de poetas que llegó al Bukowski Club entre 2006 y 2012 y cuyos integrantes, herederos en algunos rasgos de los antiguos cazurros o juglares de la Edad Media, nos hemos beneficiado de la aparición de Internet y las redes sociales para llegar con facilidad al público. Una de las características principales de casi todos nosotros es que no dominamos o incluso rechazamos la mayor parte del edificio métrico o la tradición poética en español, bien porque nos parece demasiado formal o cursi o restrictiva, o bien porque la manera de enseñar poesía en la escuela nos hizo echar a
correr como el lobo de La Fontaine, que sigue corriendo todavía.

Así fue. La poesía del siglo de oro no nos interesaba por sus formas antiguas y la de la edad moderna, con las golondrinas de Bécquer, la espina de Machado, los gitanos de Lorca, los malvas de Juan Ramón Jiménez, la mar de Alberti, el río Duero de Gerardo Diego o la
princesa tristona de Rubén Darío, nos parecía una tomadura de pelo o una colección de pamplinas. No digo que esta poesía sea mala sino subrayo que no conectaba
entonces con aquellos chicos de doce años con urgencias por hacerse mayores; que era demasiado exquisita y artificial para esas edades de los primeros cigarros y los primeros tacos, cuando bebíamos los primeros calimochos y empezábamos a mirar al otro sexo de manera distinta. Incluso nos repelía. Buscábamos algo más duro. Más auténtico. Seguramente habría sido distinto si nos hubieran mostrado a su debido tiempo la parte tigre o sorprendente de la poesía moderna en español, como el Poeta Nueva York de Lorca, el Sobre los ángeles de Alberti, el España en el corazón de Neruda, la Rosalía de Cantares gallegos, el Hijos de la ira de Dámaso Alonso, el Otero más político, el Vallejo de Poemas humanos, el Darío metafísico o el Juan Ramón Jiménez tardío, pero esos poemas no los descubrimos con un mínimo de detenimiento hasta segundo de BUP, ya con 16 años, y
siempre con la obligación de tener que hacerles el “análisis morfosintáctico”. Por otra parte, la lección de los historiadores antiguos (pienso en Herodoto, Suetonio, Tácito, Plutarco o Diógenes Laercio), que aderezaban el rigor histórico con la anécdota y el chisme más sabroso, parece haberse olvidado y la presentación que se nos hizo de los poetas españoles era poco menos que la de unos santos con catecismo y aureola. En las escuelas
españolas, al menos en las de antes, nadie te decía que fray Luis de León era un hombre de 1’55 con un temperamento de mucho cuidado, o que Juan de Yepes se comió literalmente los documentos comprometedores cuando fueron a detenerle los frailes calzados, o que
Teresa de Ávila era acusada de prostituir jovencitas, o que Lope de Vega iba amontonando esposas, amantes e hijos; o que Quevedo era cojo, misógino y xenófobo, o que Antonio Machado tenía relaciones sexuales con una niña (Leonor) de catorce años, o que Pedro Salinas debe sus poemas de amor a una infidelidad, o que los del 27 utilizaban la Residencia de Estudiantes para tareas tan instructivas como organizar concursos de pedos para
apagar velas. No. Nuestra clase de literatura consistía en un temario beato donde te enseñaban poemas fríos y perfectos escritos por poetas que nunca jamás desobedecieron
a sus padres. Y claro.

De ahí que se haya abierto una zanja entre los poetas de otras generaciones y nosotros. Mientras que ellos buscaban poetas apolíneos de tradición española, nosotros leíamos a los intempestivos en (malas) traducciones extranjeras; mientras ellos cultivaban un oído silábicoacentual, el nuestro era sintáctico y colindante con la prosa; mientras ellos hicieron sus primeras armas leyendo la Segunda Antolojía juanramoniana, nosotros buscábamos
a Blake, Baudelaire, Rimbaud, Lautréamont, Artaud, Ginsberg, Kerouac, Corso, Brecht, Bukowski, Pizarnik, Sexton, Benedetti, Lizano, Parra o Leopoldo María Panero, porque era en éstos donde encontrábamos esa poesía callejera, dura, cortante, a veces crítica,
a veces transgresora, a veces vandálica, escrita por locos, rebeldes, borrachos, inadaptados o personas con el cerebro a-punto-de-romperse. Buscábamos una poesía real
e intensa. Una poesía de los colmos.

Y de unos extremos pasamos a otros. De una poesía eufónica que para leerla había que quitarle primero el plástico, pasamos a hacer otra que de tan sencilla caía muchas
veces en simplona. De usar las setecientas palabras más difíciles del diccionario, todas de hipsípila para arriba, pasamos a usar las setecientas más fáciles, todas de cerveza
para abajo. Pasamos de lo virginal y sublimatorio a lo arrítmico y pornográfico. No quiero decir con esto que haya estilos de poesía que sean mejores que otros. No. Y mucho menos quiero denunciar a la poesía narrativa de corte realista, que ha dado y sigue dando en los bares de Madrid algunos poetas estupendos, tanto en su vertiente oral como en la escrita. Pero cuando acudes a una jam session y te encuentras que, siguiendo la naturaleza imitativa del ser humano, el 90% de los poetas que recitan no se atreven nunca a romper la sintaxis, tienen miedo a las miedáforas y piensan que las imágenes son cosa de Instagram, te dices: aquí hay un problema. Y cuando te das cuenta de que por cada poeta decente que sale en esta línea surgen diez que no solo son deplorables sino una palabra más grave que todavía está por inventarse, te dices: aquí hay un problema grande. Y justo de ese riesgo es del que hablo. El riesgo del que hay que salvarse.

Cercanías
Y García Torrego se salvó, claro. Comenzó como todos: lo recuerdo viniendo a las sesiones de crítica feroz del bar Dinosaurio con unos poemas sociales meramente contenidistas, ausentes de veneno y lirismo, que fue abandonando a medida que acumulaba lecturas y empezaba a frecuentar a otros poetas lejanos al circuito de los bares, detalle este inusual en la mayoría de los poetas. Al poco tiempo comenzó a aparecer con poemas donde ya
hacía esguinces al idioma, como apuntándose a aquella definición de Jacobson según la cual la literatura es una violencia organizada que se hace sobre el lenguaje ordinario, y ya en 2014 publicó Ojo y ventana (Canalla Ediciones), donde se vislumbran embrionarias todas las maneras de decir que salen ampliadas y mejoradas en Cercanías. Cercanías está estructurado en seis partes, las tres últimas sobre los vaivenes del amor, y trae de novedad con el poemario anterior, además de la mejora en la carrocería de los poemas, la estructura más firme y la visión más profunda. Esto de la visión me parece muy importante y es un elemento que echo en falta en la mayoría de los poetas actuales. Cuando hablo de visión hablo de sustancia. En efecto, aparte de las maneras de decir, ¿qué proyecto de existencia me propone el poemario, si es que tiene alguno? ¿Qué raíces guarda con el pasado? ¿Con qué otras disciplinas establece conversación? ¿A cuántas capas de lo humano afecta?

La clave la da el propio nombre, Cercanías. Parece decirnos JGT que todo en este mundo, lo mismo lo físico que lo metafísico, la amistad que el amor, el trabajo o la política, Miraflores que Torrelaguna, Madrid o España o el planeta Tierra, en el momento en que uno se preocupa por ellos y los quiere, se convierten en cercanía. Y es el ojo del poeta, el de cada uno, el que elije lo que es cercano de una forma discriminadora y asimétrica, basada sobre todo en criterios de amor y justicia. Por eso el poeta se refiere de forma negativa al capitalismo oa la patria, a los mandamases o a los explotadores, a los que encuentra lejanos, y en cambio encuentra cercanos a los inmigrantes porque, como dice en el epígrafe de un poema: “mirarse en los ojos de otro / que no conoces /que no conocerás nunca / y saber que es tu hermano, / que siempre lo ha sido”. Parafraseando y negando a Nietzsche, podríamos decir que JGT siente el bien más acá. Y el mal más allá.

Consigue así un poemario donde el pluralismo es a la vez monismo, con vasos comunicantes que desembocan en una unidad de la que se extraen varias consecuencias, pues nos está diciendo García Torrego que, en puridad, no existe una división entre lo público y lo privado o entre lo barrional, lo nacional y lo universal, lo mismo que no existen diferencias esenciales entre la familia, el amigo, la novia o el trabajador de Indochina, y que el único dualismo existente es, en todo caso, el que se establece entre los que tratan de vivir y los inicuos y depredadores que no nos dejan vivir, sean de donde sean, ocupen la categoría que ocupen. Y logra esto utilizando un lenguaje que marca distancias tanto con los que elevan el registro poemático porque desprecian al lector como con los que lo rebajan tanto que parece que lo toman por tonto. JGT rompe la sintaxis, utiliza metáforas audaces y asociaciones insólitas, adjetiva sustantivos y sustantiva adjetivos, pero siempre lo hace a la luz y con los pies en el suelo: puede torcer y retorcer el lenguaje pero nunca al punto de hacer dificultoso su significado.

Vivíamos dudando entre el violín y el tambor cuando llegó Jorge García Torrego. Allí donde empezaba a sonarlo mismo se puso a sonar distinto. En Cercanías se acaba el enfrentamiento entre la ilustración y el romanticismo y la polémica entre Lukács y Brecht deja de tener sentido. Este poeta no se ha entregado por entero ni a la res ni ala verba de Horacio y ha preferido aunarlas con maestría. Lo ha conseguido y por eso sostengo que se ha salvado. Se ha salvado el poeta y se ha salvado la poesía.

Batania