Islas divergentes

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Sobre la poesía y la vida

 

No puedo evitar escribir poesía, leer poesía, intentar saber qué es lo que pasa, por qué pasa así y no de otra manera. La poesía es mi martillo y mi lupa, mi selva y mi tomate. A través de ella os veo a vosotros y a través de ella me veis, aunque no os deis cuenta. No es fácil la mayor parte de las veces. Muchas veces duele, pero otras veces, cuando encuentro en un poema una manera de decir que me explica, cuyo mecanismo dulce de piezas y respiraciones me dice que no estoy solo, me siento feliz.

Sé que es difícil de explicar pero puedo decir que en la poesía conozco mejor y más intensamente. A pesar del daño, como decía.

El calvario 1

Todo empezó una noche de chavalería, discoteca y pelo largo. Unas prisas inusitadas, provocadas seguramente por las ganas de cortejo, hicieron que saliera de casa con el pelo mojado. Ay, insensato. En diciembre, con un frío que helaba, mi frente navegaba las aceras como un Titanic. Pero yo también tuve mi iceberg. Llegué a la discoteca y me di cuenta de que se me había congelado el flequillo. Estalactitas. Yo, sin embargo, confiado y volátil, no hice demasiado caso.

Seguí varios años con pelo largo, a dos aguas, como un tejado clásico, o bien coleta o bien cinta de colores. Las posibilidades del pelo largo. Madre mía. Esta tercera opción fue la más conflictiva, creo. Llevar el pelo apretado durante horas no es un buen ejercicio capilar y su venganza fue mudarse, cambiar de aires, huir, la libertad.

Yo, desértico y nostálgico, añoro aquel tiempo de confianza y pelo largo. 

Que lo sepas

Por muy rodeados que estemos, algunos siempre estamos solos. Los raros, los diferentes, los que no encajamos. Y no es por vanidad sino por búsqueda, por necesidad. Porque la vida es muy corta para no decirlo, no hacerlo, no escribirlo. Y, pese a todo, compensa, alivia.

Y tú, que también escribes, que también te sientes diferente, que también sientes que aburres cuando hablas de tus poemas, que nadie entiende hasta dónde llegan tus metáforas y lo feliz que eres al escribirlas. A ti te digo que no estás solo, que tienes cerca a otros solos, como yo, y que si todos tienen bandera nosotros tenemos una hoja en blanco. Y si ellos hablan de fútbol y coches nosotros hablaremos de cómo acecha la muerte a Pizarnik o cómo es la telaraña de Juarroz. No dejes la poesía por ser normal, por encajar en los diálogos repetidos, por ser una pieza más de relaciones de mierda que nunca buscan escucharte, tan solo que les hagas sentir menos solos. Sigue jugando, leyendo, llegando más allá, por un camino que solo tú conoces porque está hecho de tus lecturas, de la unión de esos mundos.

Por si te sirve, a mí me interesa tu viaje, tu camino, las letras que has vivido y cómo, después de todo eso, has conseguido sacar esa flora y esa fauna que tenías dentro para hacer una historia, un libro, un poema que cambie tu vida y la de los lectores. Ya me dirás dónde te pillo el libro. 

 

Beneficios de opositar, por lo menos 13

Queridos compañeros opositores. Sé, estoy sabiendo, lo complicado que es estudiar unas #oposiciones, así que, para animaros un poquejo (y animarme a mí de paso) os cuento algunos beneficios que conlleva esta excitante aventura:

  1. Si consigues la plaza no tendrás que preocuparte más de ese tema tan jodido llamado conseguir trabajo. No está mal. Si ya es en algo que te gusta, flipas (como es mi caso, en bibliotecas).
  2. Viene bien para conocer leyes que nos tocan a todos. Pero tampoco te pases de listo.
  3. Entenderás mejor algunas noticias que tengan que ver con la Constitución : tribunal supremo, organización territorial y otras cosas sobre las que normalmente tenemos una opinión pero, seamos sinceros, al tuntún o alineadas con nuestra ideología.
  4. Tendrás que tener orden y horario, lo cual ordena bastante la cabeza.
  5. Es un reto, uno enorme, y meterte en ese berenjenal te hará tener un horizonte delante de ti que te motive para el estudio diario (en teoría, al menos).
  6. Disfrutarás del silencio que te da la biblioteca. Vaciar la cabeza de ruido durante varias horas viene MUY BIEN.
  7. Estudiar oposiciones te hará poder esquivar planes que no te apetezca tener como quedar con gente pesada, cuñados y demás personas que ni fu ni fa. La carta de las oposiciones nunca falla.
  8. Ahorras. Mucho.
  9. Dejarás de beber como un gorrino (ver punto 4).
  10. Aprenderás muchas cosas que, lo mismo, te vienen bien en un futuro (espero que nada penal).
  11. Te permite hablar en un dialecto raro de RD, leyes y artículos con otros bichos raros como tú.
  12. El efecto para tu bienestar emocional de cualquier contacto social deseado será multiplicado. No pases solo unas oposiciones, hay gente que no ha sobrevivido.
  13. Tendrás un jardín de bolis, lápices, subrayadores, gomas y otros enseres que puede alegrarte la vida.

Y ya. Sed felices, estudiad mucho ahora que podéis, que luego será tarde.

 

25 de mayo

Por muy rodeados que estemos, algunos siempre estamos solos. Los raros, los diferentes, los que no encajamos. Y no es por vanidad sino por búsqueda, por necesidad. Porque la vida es muy corta para no decirlo, no hacerlo, no escribirlo. Y, pese a todo, compensa, alivia.

Y tú, que también escribes, que también te sientes diferente, que también sientes que aburres cuando hablas de tus poemas, que nadie entiende hasta dónde llegan tus metáforas y lo feliz que eres al escribirlas. A ti te digo que no estás solo, que tienes cerca a otros solos, como yo, y que si todos tienen bandera nosotros tenemos una hoja en blanco. Y si ellos hablan de fútbol y coches nosotros hablaremos de cómo acecha la muerte a Pizarnik o cómo es la telaraña de Juarroz. No dejes la poesía por ser normal, por encajar en los diálogos repetidos, por ser una pieza más de relaciones de mierda que nunca buscan escucharte, tan solo que les hagas sentir menos solos. Sigue jugando, leyendo, llegando más allá, por un camino que solo tú conoces porque está hecho de tus lecturas, de la unión de esos mundos.

Por si te sirve, a mí me interesa tu viaje, tu camino, las letras que has vivido y cómo, después de todo eso, has conseguido sacar esa flora y esa fauna que tenías dentro para hacer una historia, un libro, un poema que cambie tu vida y la de los lectores. Ya me dirás dónde te pillo el libro.

19 de mayo




En esto de la poesía, como en todos los fregaos donde me meto, creo más en el aprendizaje que en la volatilidad extraña de la suerte, del destino, de la predisposición.

Por eso, me extraña que haya poetas de renombre que nunca hayan comentado a otros poetas, que no hayan dicho: «joder, leed a este o a esta poeta, mirad lo que hace, aprended como yo he aprendido», y entiendo que este mutismo puede suceder por dos razones:

O bien no lees y por eso no te sientes interpelado por otros, por esa empatía con el dolor, con la alegría, con el amor del otro. O bien, sí que los lees, sí que sientes esa empatía, pero interpretas que nombrarlos en redes, difundir su(s) hallazgo(s) puede menoscabar tu posición en la fila del reconocimiento público.

A mí no me importa compartir este poema o a esta poeta contemporánea o no. Debo este oficio a aquellos que me dijeron «¿Conoces a Roque Dalton?, ¿a Angélica Liddel?», y por eso no puedo apropiarme de esos tesoros. Necesitamos que más personas sean sorprendidas por la poesía. Da igual si es mía o es de otros. Compartamos lo que nos hace humanos, combatamos el ruido con fraternidad y empatía con la emoción del otro.

Estamos en al guerra de la atención. En la guerra del selfie y del yoísmo extreme. Pero algunos preferimos e intentemos que se lea, que se preste atención, a aquellos a los que admiramos. Convertir los espejos en ventanas, vamos, incluso con nuestros propios textos. Y en este sentido, al menos para mí, el tema de las citas no es anecdótico o una cuestión de verme respaldado. Para mí, cuando pongo una cita de alguien a quien admiro en un libro mío, lo que busco es que se creen alianzas, que el lector lea mi poema pero que tire de la hebra de ese verso que cito, que pueda disfrutar tanto como yo lo hice (¡o más incluso!).