Influenciado por el
cuento La invención de Morel, de Adolfo Bioy Casares
Morel
era un niño callado, extraño. En la escuela los niños no le
llamaban para jugar porque siempre estaba hablando de cosas raras;
duendes, dragones y magia. El día de su undécimo cumpleaños, y
viendo la afición de su hijo por quedarse en casa y no jugar con el
resto de niños, sus padres le regalaron un ordenador por su
cumpleaños. A partir de entonces Morel y su máquina se volvieron
inseparables.
Durante
los años de colegio e instituto, Morel pasó las tardes en su cuarto
jugando al ordenador, peleando y viajando por lugares digitales
llenos de píxeles y princesas, píxeles y monstruos, píxeles y
juegos.
Pasó
el tiempo y Morel creció. Se le pasó la adolescencia delante de una
pantalla, y también se le pasó la oportunidad de jugar de manera
real.
Ya
con veintiún años, Morel empezó a preocuparse por su porvenir y se
propuso inventar un videojuego para ordenador totalmente
revolucionario. Consistía en que el jugador se introdujera en el
juego de forma total: física, mental y emocionalmente.
Para
aplicar su idea eligió su mundo favorito, el del videojuego Battle
3000. Este mundo virtual representaba un mundo fantástico
plagado de duendes, hadas y bosques gigantescos.
El
jugador, para introducirse dentro de aquel mundo, debía registrarse
a sí mismo como un avatar independiente. Y para ello, su cuerpo
debía ser analizado y comprimido a escala. Alteró la webcam que
usaba para hablar con sus amigos seguidores del Bottle 3000 y
consiguió elaborar un artefacto que lo reprodujo a escala reducida
en un entorno digital.
Después
pensó en el aparato Abdo Max de su padre para ejercitar los
abdominales. Le cortó las ventosas que se ajustaban a la barriga y
se las puso en la cabeza. Dos en la frente, otras dos en cada lado, y
otras dos en la nuca.
Después
unió las ventosas a unos cables que llevó hasta un puerto USB
alterado que conectó al ordenador. A través de un software
especialmente adaptado por él, consiguió transferir sus ideas al
ordenador.
Por
último, para enviar sus emociones al computador, Morel no tenía
ninguna idea. La verdad es que las emociones no eran algo común en
él. Pensó en lo que le hacía feliz: conseguir tesoros y monedas en
Lortio, ciudad del puerto de Battle 3000, y lo que le ponía
triste: ver morir a algún amigo digital. Sobre todo, aquella vez que
Excalibur murió por esas flechas orientales lanzadas a traición.
Con
estos pensamientos revueltos en la cabeza, volvió a ponerse las
ventosas del Abdo Max y transfirió sus sensaciones. Como un
nuevo Adán, el Morel virtual tardó poco tiempo en ser configurado.
Aquí no existía el barro, y fueron los bits lo único que necesitó
el pequeño Dios para hacer su doble perfecto y digital. Y, agotado,
esa noche se fue a dormir.
Al
día siguiente Morel se sintió liviano, muy liviano. Las manos se le
clareaban y en su estómago se podía ver descomponiéndose el
sándwich con queso que se había comido el día anterior para cenar.
Asustado
salió de la habitación pero cuando llegó el baño ya solo le
quedaba un pulmón, 3 uñas del pie derecho, los dos pezones, una
ceja y medio codo. A los pocos segundos desapareció completamente.
El
nuevo Morel, desprendido del mundo atroz y real, saltará, cabalgará
y luchará por las selvas del mundo de Battle 3000 , feliz por
ser eternamente aceptado.

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