Era la primera vez y yo tan fresco,
tan novato y con el nueve en la lengua,
tan primera vez que yo no sabía dónde estaba la escuadra
de su labio
dónde el portero de sus dientes
ni dónde
el gol furioso de su lengua.
Regateé por instinto subiendo por sus manos
manos frías de defensa que me miraba
(tendrás que apuntar bien esa lengua que tienes. No soy una
portera fácil).
Hubo mucho toque entre sus dedos y mi sudor,
entre su torre y mis escaleras, hasta que el minuto 90 del
partido
el área llena de soldados, de Piqués, de patadas en la
rodilla, pero me lancé al área como Falcao, como un rematador con casco, con la
lengua y las velas hinchadas:
Caí al suelo, miré a la portería de su cara y no oí el
pitido del árbitro,
tampoco los gritos de mis amigos ni la grieta rompiendo de
la infancia
tan solo
como lluvia suave sobre el campo, el sonido de redes
de su boca
cuando mi balón rojo
acarició su césped.

Que bueno, me lo llevo al Nido. Un abrazo.
ResponderEliminarGenial, un abrazo! :D
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