Islas divergentes

A veces la carne tiene sabor a semáforo

Jacek Yerka



Esta eternidad coagulada

se repite calle a calle

en la ciudad sucia

en que se ha convertido mi cuerpo.


La velocidad de los dedos es relativa

a la suavidad del cuerpo pero los coches

que tienen ojos pero que no miran

no mueren nunca de amor.


Siento que los atardecederes se venden en rastrillos

o se caen a la basura

de pura tristeza.


Así no vamos a ningún lado, dijo ella

Y fue verdad.

El semáforo seguía en rojo.

2 comentarios:

  1. Excelente encuentro Jorge, me encantaron las imágenes que ocupas. Son pasajes desde una emoción que vuela entre los adoquines de esa ciudad. Logré caminar por esas calles llenas de desconcierto y pasión.
    Un fuerte abrazo

    Coté

    ResponderEliminar
  2. Gracias por el apoyo Cote, tu tienes algo de culpa de estos versos... Estaría bacán que cuando vuelva a Chile podamos hacer un encuentro poético de algún tipo!, un abrazo

    ResponderEliminar