Islas divergentes

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Venían a buscarlo a él, de Berta Vias Mahou


 


Angustia, tristeza, «sentimiento de condenado a muerte». Así es el día a día del escritor argelino/francés Albert Camus en esta novela de Berta Vias Mahou que publicó la editorial Acantilado. Pero el pesar de Camus no solo llega por la reflexión por el absurdo de la vida, por la presencia constante de la muerte o por el desengaño en el ámbito político, todas en un plano mental, ideológico o sentimental. La sensación de condenado a muerte le llegó a Camus por la sensación de no pertenecer a «ningún bando» gracias a su postura crítica, porque no se escondía ante unas siglas, una élite, una nacionalidad o una religión. Y, antes de nada, nunca se escondió de criticar la violencia. Una batalla constante por la dignidad a través de la crítica y la justicia. En palabras de la madre de Albert, Catalina, en la novela:

En cualquier caso, lo que me parece bien es que te atrevas a ser crítico. Hay que saber decir que no, aunque sin olvidarse nunca de la piedad.

Y es que la piedad es necesaria para abrigar la crítica, para hacerla humana, empatizar con ella. El punto de vista de Albert no es agresivo sino que busca tender lazos entre personas. Porque él mismo es un cruce de caminos (orígenes españoles, infancia en Argelia y madurez en Francia) y no entiende que el odio se expanda por ninguna bandera exceptuando la humana.

Este libro, publicado en 2012, demuestra el humanismo de Albert (Jacques en la novela, guiño a su obra El primer hombre) gracias al conocimiento que tiene Vias Mahou de su vida y de su obra, lo que le permite jugar con el lector, poniendo referencias (como la ya mencionada de Jacques, o el loro Calígula, con el mismo nombre de una de sus adaptaciones de teatro) y alejándose de lo que debería ser una narración lógica de estos últimos días para evocar un recuerdo de infancia o digresiones sobre Argelia y Francia o el elitismo de la intelectualidad parisina. Toda esta información sostiene y enriquece el texto, pinta de color a Camus, lo pone en relieve y en pie.

Podemos ver esta multiplicidad de referencias en los propios títulos de los capítulos:

Una memoria en sombras
El bacilo de la peste
Un vínculo misterioroso
Los hijos de Caín
Oscuras querellas
Los guardianes del honor
Eran y son más grandes que yo
En nombre de la historia
Un recuerdo impalpable
El peligro del que nadie hablaba
Una amenaza invisible
Venían a buscarlo a él

Creo que este libro es el libro que ha escrito una gran admiradora de Albert Camus. Una persona que no acepta que esté muerto, que no acepta que muriera como murió, a manos de quien fuera o por azar. No, no lo acepta y este libro es una venganza, pero no ante ningún grupo, sino ante la propia muerte, ante todo el Camus que faltaba por vivir, ¡su persona!, más allá de sus obras.

Como otras grandes creadores/pensadores que murieron jóvenes, no podemos conformarnos con que la muerte se los haya llevado. Por eso escribimos sobre Lorca. Por eso escribimos sobre Lennon. Por eso escribimos sobre Camus. Por eso los mantenemos vivos y por eso le doy las gracias, profundamente, a Berta Vias Mahou, por traernos a Camus a la vida durante 200 páginas.

7:00

 

La procesión de los que esperamos el bus,
adorar la luz del móvil como si fuera una vela.


La intermitencia de la fe,
la certidumbre de patas cortas que es el WhatsApp,
su atronadora piscina de ruido.


Mirarse dentro los recuerdos para saberse uno y no otro,
cualquiera
de los que te acompañan en la fila.


Y pese a la búsqueda, no poder despejar la incógnita:
no saber si las personas del verbo nacen del yo
del nosotros
o del ellos.

(Disponible en https://lasturaediciones.com/product/el-despertador-de-sisifo-2a-edicion-ampliada/)

YO, SÍSIFO



Pecho de lata,
eslabón corroído,
pulso inestable del caballo flaco llamado progreso.

Soy Sísifo,
el usar y tirar de días manchados e iguales,
raíz muda y viaje en círculos.

Soy Sísifo
condenado,
estación final del hombre en serie y los sentidos cortados con cuchilla
cauterizados los tendones del amor
tapiadas las salidas de emergencia.

Soy Sísifo y escupo mi nombre a las abejas libadoras que cosechan minutos y producen nóminas
y pequeños grumos de azúcar que llamamos dinero.

Soy Sísifo y grito a los dioses que manejan los barcos,
los semáforos y los buses de línea,
les grito que empujaré su piedra,
descansaré las brújulas y volveré a casa,
que la luz de Mérope en la noche no me ciegue y me guíe,
que en el cerrar los ojos despierte mi cuerpo y se borre vuestra condena,
¡oh, dioses impolutos y tristes!
envidiosos de nuestra angustia,
de esta asfixia llamada muerte y de sus helechos del
placer donde nos escondemos.

Soy Sísifo,
os digo,
el que masca piedra a diario y cada noche Mérope no aterriza en mí
no aterrizo,
todo es un ensayo macabro,
un diálogo de muebles y ruidos,
la escarcha que silencia nuestro deseo como ancla dormida,
el jarabe de las pantallas encendidas,
su trampa viscosa llamada «series».

Soy Sísifo,
el que encontró a Mérope en los arrabales de la ciudad,
en las afueras donde los caminos se abrasan de soledad,
marcaré tu nombre en mi lengua
«Mérope»,
y en cada palabra un incendio con tu olor.

Soy Sísifo,
el perdido, el condenado,
volveré a casa.

(Se puede encontrar en el libro El despertador de Sísifo 🌄)
(Vídeo hecho por Miguel García Torrego - FlowCost)

 

Segunda edición de El Despertador de Sísifo, con Lastura ediciones


Hace dos años y medio yo no sabía nada de las oposiciones en las que ahora ando metido. No me planteaba meterme (ni loco) al estudio de 50 temas, 7 de ellos de legislación. Trabajaba y ahorraba, tenía trabajos más o menos esporádicos, trabajaba de corrector y de administrativo en donde pudiera/donde me quisieran.

En esa época mi lema era «Trabajar para sobrevivir/la poesía para vivir» y me conformaba con desperdiciar 40 horas a la semana con tal de que, después de salir de trabajar, pudiera ser libre. Tapaba parte del río para mantenerme a flote, no hundirme en la incertidumbre de no tener trabajo y, a la vez, seguía habiendo corriente que me mantenía vivo.

En esa aparente estabilidad escribí este libro, El despertador de Sísifo. En el hollín del transporte público, en las marcas de sudor en las paredes de la oficina, en un presente hecho de niebla y libros de poesía en los rincones.

Hoy, mucho tiempo después, mi vida ha dado un vuelco. El río corre suelto porque trabajo cada día por conquistar un horizonte llamado Bibliotecas que me hace feliz. Trabajo en la UAM, ya no existe el óxido y el sacrificio de las 8 horas y Lastura publica la segunda edición de este libro sobre trabajo y poesía que, sin embargo, habla de amor, como todo lo que escribo.

Os dejo parte del prólogo de mi querido Alberto García Teresa:

Jorge García Torrego elude la impostura porque habla desde dentro del conflicto, desde la anulación por el trabajo y también desde la angustia y la incertidumbre del desempleo. No es cuestión de autenticidad sino de que no existe otra posibilidad de enunciación, por más que intenten desplazarnos como imanes cánones de tradición o discursos del mercado, cuando nos siguen determinando el estómago y las manos desnudas. De ahí la honestidad y la valentía de esta propuesta. Porque no juega a los espejismos. Porque no se desliza por el autoengaño. Porque no renuncia, con su propia voz, a mirar la vida y ver cómo nos la roban.