Islas divergentes

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29/6/2020

En la batalla por la atención que es internet, que es este mundo internetizado, mi endeble poema hecho de barro, ramas y costras nunca vencerá a la colmena de luces y explosiones que atrapa nuestra atención. El insulto, la lucha, el conflicto en mayúsculas.
Esa batalla la tengo perdida. 


Sin embargo, yo busco la tecla que no existe entre dos palabras y, de vez en cuando, aparece. La toco, muevo los dedos en el aire, y escribo.


Leo poemas de aquellos que miraron manteles, que miraron cucharas, que miraron cejas y construyeron imperios delicados y eternos. Leo poemas de aquellas que miraron una rosa e hicieron la revolución (AP como rompehielos), de aquellas que hicieron puentes, que hicieron telares con geranios y vocales desahuciadas.
Por eso, a pesar de la velocidad, de la luz, de la ceguera, intento poner la tilde no en el acento sino en el acantilado entre vocales, en lo pequeño e importante, en las hebras que nos levantan del suelo. 


A pesar de su invisibilidad, a pesar de su nimiedad, a pesar de su silencio. A pesar de todo esto, cultivamos la palabra.


Habla de fútbol, friki

 

La televisión en negro, como siempre salvo en el desayuno, cuando el reloj tiene prisa y no se le puede quitar ojo. Pienso en ese negro, la oscuridad rectangular y profundísima y cómo el tiempo es una parcela dividida en usos horarios, parrilla televisiva.


Hace años ya que no veo la televisión diariamente. Ese orden repetido se perdió en la marejada de la TDT y sus canales imposibles de otros mundos, y quedamos a la deriva de internet y su "hágase usted mismo su tiempo", ¿entiendes?
El abanico limitado de canales unificaba las charlas, los tiempos muertos, joder, ¿Quién crees que ganará, Freezer o Goku?, Kimi y Valle como que son lo mejor, ¿no?


Echo de menos la sujeción televisiva como quien va de primeras en escalada. El vértigo me guía, pero en la altura ando solo. Este camino que hago cada mañana en internet es mío y nadie lo repite y en la libertad (limitada, obvio, no seamos tan naif) no hay manada, estamos solos. 


Y si en internet aparece esta soledad, el páramo de las elecciones únicas, no te digo ya nada con la poesía. La combinación imposible de lecturas, sensaciones, emociones que provoca este género minoritario hace que las conversaciones sobre tal o cual poeta, tal o cual tendencia, tal o cual poema, reboten en las paredes del cráneo y no huyan.


No sé vosotros, pero cuando creces en un pueblo (menos gente, menos posibilidad aritmética de aficiones divergentes), el camino viene marcado. O al menos el visible. Si quieres mantenerte a flote, participar, «ser parte de», debes armarte un armazón de cotidianeidad, véase: fútbol, política, y, quizá, televisión.

Habla de fútbol, friki.