SVETLANA VALUEVA
-No
me importó que llenaras de piel las paredes de la habitación.
Tampoco que cultivaras uñas recién cortadas en el felpudo, pero,
joder cari, no aguanto que dejes tirados los brazos en medio del
pasillo. Anoche me caí y me rompí tres besos del mes de abril.
-Ay,
lo siento. Hay veces que me despisto, me desmonto, se me rebelan los
brazos. Con rabia se me saltan las piezas y soy chorro. Otras veces
soy sangre explosiva porque tu tan cerca...
-Pues
esto habrá que arreglarlo. No puedes ir desaparramándote por la
casa, ¿¡Qué dirán las visitas cuando encuentren una mirada tuya
de dos metros de largo en medio del sofá!? ¿Cómo podremos comer
lentejas si cada vez que enciendes la vitrocerámica, un recuerdo se
te queda pegado en el botón de encendido? Cariño, me tienes que
querer menos.
-Pero
Antonio, cariño, no te enfades conmigo. Yo lo intento pero la culpa
no es mía. Es la sangre la que explota.

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