llegué a ti automático y me volví consciente y presente.
Leía libros para escapar del tren que siempre me llevaba al mismo escritorio y
te encontré como un fuego artificial en el silencio del tecleteo del móvil.
Cómo tu lenguaje y mi lenguaje crearon puentes, y manos, y líquidos ha sido
cuestión de camino, de seguir el trote de los cuerpos que se sienten vivos
todavía.
Acaba el año 2015 y quiero viento mientras velocidad en tu
pelo, mientras escondemos avellanas en nuestro piso diminuto, escapatoria del
imperio de la ciudad. Un año más explorando tus profundidades, tu ojo de centro
de bosque al encontrar las mejores manzanas del supermercado, el desayuno
contigo es celebrar las palabras que nos quedan.
Contigo no temo ningún manglar donde suenan coches y
vendedores de paraísos. Hacia ti me lanzo y en ti crezco como las pelusas de
nuestra casa. Voy desapareciendo pero tú me dibujas, me devuelves con color y
relieve al mundo. Tenaz frente a la muerte que nos acecha y nos vigila jugando
la lotería del próximo cuerpo. Contigo soy el trineo que combate el frío, somos
el escondite y el huerto de humedades que nos habitan, profundas y escondidas
aún.
Tengo tu cuerpo apretado al mío en las noches redondas, tu
sonrisa perpendicular al trabajo, los políticos, rompiendo todo y dejando la
sagrada intemperie donde somos templo. ¿Sabes que todas mis cicatrices tienen
tu nombre como horizonte, como barco a punto de naufragio?
No me canso de tu silencio, el lago sin basura donde apareces.
Te veo estudiar desde el fondo de la casa, enganchado a la miel de tu pelo
revuelto, tu despiste que formatea mi lista de deberes y dudas. Podría
encontrarte ciego en un centro comercial, en una playa, en un estadio de fútbol.
Reptar hacia ti siguiendo el camino del recuerdo que cae por la incertidumbre inabarcable
del futuro.

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