Los desiertos quieren ser playas y las ciudades sueñan con
la escalera de verdes de las junglas de verdad. En las tiendas los precios
rompen las herramientas, los paquetes de leche y el dinero gotea y moja los
pies de los descalzos.
Amanece poco tiempo en Madrid y ya salimos los poetas en las
noches a buscarnos las letras como quien se busca un hilo suelto. Así somos de
grifos. Así somos de grillos agitando las patas del desconcierto y de las
vocales.
Miro los mapas y se me enredan como los cables de los
auriculares. Las calles no hablan el mismo idioma líquido que mis venas y no sé
qué pieza soy y si este es mi puzzle. Hay miles de hogares en Madrid y todos
ellos tienen cepillos de dientes que limpian los sueños crecidos en la noche
como malas hierbas. Qué misterio este de la gente que no se saluda por la
calle. Qué misterio este de la gente que no se cuida y no se mira.
Millones de submarinistas entran en las oficinas y saben que
no van a descubrir galeones ni sirenas. El oxígeno contado en los tiempos del
océano de plomo. Las mujeres siguen apaleadas por traer al mundo a sus crías y
nadie escucha el grito del futuro. Todos viejos y nadie que aprenda a caminar y
a limpiarse los mocos.
Estar en paro es un pause, la hora del recreo entre
matemáticas y economía. Voy a quedar contigo a tomar un café que me haga ser
humano. Azúcar, tú, nuestro pasado, contarnos el tiempo. Voy a escuchar cómo
desenrollas el papiro de tu día a día porque me interesa. Estoy haciendo un
cursillo para escuchar a los amigos. Dan 10 créditos en la universidad y se
convalida con mil horas en facebook. Vamos a ser oasis en la autopista de la
ciudad.

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